Las formas del Parlament...
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Las formas del Parlament...
Marina Subirats: "Las formas del Parlament también son violentas a veces"
Recientemente galardonada con el Premi Catalunya Sociologia, la socióloga valora positivamente el movimiento de los indignados
Recientemente galardonada con el Premi Catalunya Sociologia, la socióloga valora positivamente el movimiento de los indignados
- Spoiler:
- 17/06/2011 - 00:12h
“Cuando hay un problema, aparece la sociología. Si no, nos ignoran”. Marina Subirats (Barcelona, 1943) acaba de ser galardonada con el Premi Catalunya Sociologia y aprovecha el contexto social de indignación en el que nos encontramos para reclamar que se haga más caso a una disciplina que “permite ver lo que hay al otro lado del espejo”. La coeducación, la igualdad entre hombres y mujeres o el estudio sobre las desigualdades son algunos de los campos en los que esta socióloga ha trabajado profundamente. Subirats, galardonada en 2006 con la Creu de Sant Jordi, se muestra a favor de la actuación general del movimiento de los indignados, aunque rechaza cualquier tipo de agresiones.
El premio le llega en un momento socialmente agitado…
Hace unos meses presentamos La societat catalana 2010, que es como un diagnóstico de lo que ha pasado, y ya decíamos “tal como están las cosas, si no se modifican habrá problemas, habrá conflictos sociales”.
¿Era previsible?
¡Era muy previsible! Era algo que ya veíamos los sociólogos. Cuando crecen las desigualdades, determinados grupos saltan. El grupo socialmente más pobre es la gente mayor de clase trabajadora que vive con unas pensiones muy escasas. Pero este colectivo no tiene fuerza para protestar. También hay un grupo que es inmigrante y que vino de Andalucía, Extremadura… Vivieron una situación de pobreza y para ellos las cosas, relativamente, han mejorado.
¿Quién más tenemos?
Hay otro grupo, joven, que vivía relativamente bien en casa de sus padres. Estos jóvenes durante mucho tiempo no se han rebelado, porque les han presentado la vida como un juego en el que no tenían obligaciones. Hasta que ha llegado un momento en que la propia crisis ha alcanzado a los padres y estos ya no han podido mantener a los hijos: la familia se encuentra en una situación de mínimos, se agrava la situación de los hijos y los hijos intentan solucionarlo saliendo a trabajar, pero no encuentran trabajo. Ellos son los que se han encontrado que no tienen sitio en la sociedad. Han podido alargar sus estudios e ir haciendo trabajillos, pero se ha roto la continuidad y ha explotado.
¿Cómo cree que han actuado los indignados en general?
Creo que lo han hecho muy bien. Son un grupo de gente muy despolitizada y por lo tanto no tienen muchas fórmulas preestablecidas. Yo viví el Mayo del 68 en París y allí estábamos súper politizados. Lo de los indignados en cambio ha sido muy espontáneo, muy disperso –en el sentido de que hay muchas reivindicaciones-. No es un movimiento de clase trabajadora activa, es el de un grupo de gente que justamente no se ha podido insertar en el mundo laboral o lo ha hecho con muchas dificultades. Tienen un alto nivel cultural, porque son gente que han estudiado mucho. Y han sido capaces de debatir en calma, de profundizar… En este sentido, el movimiento tiene unas características bastante nuevas y muchas de ellas muy positivas. Hace 40 años abrían surgido brotes violentos y en cambio de la impresión que los jóvenes de hoy en día saben que la violencia no lleva a ninguna parte.
¿Qué me dice de lo que sucedió el pasado 15 de junio a las puertas del Parlament?
Si pierden este aspecto pacífico que hasta ahora los ha caracterizado todo irá mal y se pondrán a la gente en contra. Pero, de todas maneras, hay que ver qué ha pasado realmente porque todos sabemos que en estas situaciones puede haber gente muy provocadora que no representa a la mayoría. Lo sorprendente es que esto no hubiese pasado antes, porque dentro de estos grupos siempre hay gente muy provocadora que no sabes ni quién los envía. Así que no se les puede juzgar solo por eso. No sabemos qué paso, quién intervino y si realmente eran su gente. Estamos absolutamente en contra de la violencia que tuvo lugar en la Ciutadella pero a veces las formas del Parlament también son violentas. Porque cambiar las normas del juego a través de la Ley Ómnibus es otra forma de violencia.
Entonces ¿Los indignados van por el buen camino?
Por lo menos me parece un buen principio. Aunque también creo que les costará mucho. Y después hay otra característica, la ofensiva del neoliberalismo que nos ha conducido a la crisis está llevada por una nueva clase social, la clase corporativa. Esta clase social no se localiza en Catalunya, Madrid, París o Londres sino que es mundial; con poca gente y muchos vínculos. Parar a este grupo, que hemos visto que es muy depredador, exige una red mundial. Si se consigue que aquí no se bajen los salarios se llevarán las empresas a otro lugar, descapitalizarán el país y aún nos dirán que lo hemos hundido.
¿Qué se puede hacer entonces?
Es necesario conseguir redes conectadas a nivel mundial para limitar el desgaste que está suponiendo la clase corporativa. De momento, estos jóvenes no tienen esta capacidad. Es cierto que la necesidad está en todos sitios y la prueba está en que han ido surgiendo brotes en todos los países, así que es posible que se acabe creando esta red. Hace falta construir instrumentos políticos de intervención a nivel mundial y esto no será fácil ni corto. Creo que estamos en un tiempo en que las novedades deben venir de la sociedad civil, como pasó en el Franquismo. Estamos en una sociedad que es capaz de permitir que haya una ocupación larga del espacio público sin que sea un problema, pero el impulso final creo que solo puede venir de la sociedad civil. Si hay este impulso es posible que algunos partidos reaccionen y puedan servir de instrumento para esta renovación. Pero tal como veo en estos momentos a los partidos me parece que tienen una lógica que les hace muy difícil reaccionar: están más en la lógica de las elecciones y de las carreras personales que la de los objetivos colectivos.
¿Cree que este movimiento tendrá una continuidad social o será una moda?
Creo que tendrá continuidad, lo que no sé es de qué manera. Es un movimiento nuevo, por muchas razones. Hace unos años había unos modelos que ahora hemos visto que no funcionaban y por tanto estamos en una situación nueva sin modelos de referencia. Es muy difícil saber cómo continuará porque hay algunas incógnitas importantes. A mi me parece que, por ejemplo, construir un partido no es una buena solución.
¿Por qué?
Porque inmediatamente se volverá a entrar en las lógicas de “qué se debe decir para que la gente me vote” y las luchas internas por el mando. Más bien creo que lo que se debe hacer es pactar reivindicaciones y exigir a los partidos que las cumplan. Es como si se hubiese roto la relación representantes-representados y hay mucha gente que no se siente representada por ningún partido y ha dejado de votar.
¿Cómo se soluciona esto?
Es necesario que los partidos tengan suficiente capacidad como para abrirse y asumir reivindicaciones de estos grupos que ahora no están representados a nivel político.
¿Estamos en un momento de cambio social importante?
Desde el punto de vista político sí, desde otros puntos de vista quizá no. En lo político estamos en un momento en que los mecanismos que se pusieron en marcha con la transición que han sido un instrumento extraordinario para mejorar Catalunya y España se ha demostrado que ya no sirven. O se renuevan en profundidad o serán barridos. No pasará mañana, pero en algún momento quedarán como partidos antiguos de los que nadie querrá saber nada.
Usted también ha trabajado mucho en el ámbito de la educación ¿Desde el mundo de la política y de la sociedad en general se le da la importancia que tiene?
Con respecto a la educación hay un problema grave y es que no se pone en el centro lo que debería ser importante: la transmisión a las nuevas generaciones.
¿Qué hay en el centro de la educación?
Peleas por intereses de las clases sociales entre la escuela pública y la privada. También hay una pelea corporativa: los profesores que quieren menos alumnos, cobrar más… la patronal de la privada que quiere más dinero. La iglesia que quiere seguir mandando en la educación. El espacio que queda para saber cómo haremos la transmisión de conocimientos y si son los más adecuados es mínimo. Es lo que menos importa. Las discusiones nunca son sobre si una criatura necesita saber un poco de esto o un poco de aquello. Nunca. Y, evidentemente que se necesitan recursos y los recortes no mejoran esta situación, pero por mucho dinero que se destine el problema está en recentrar la escuela, en pensar cómo se hará la transmisión de cultura a las nuevas generaciones, qué elementos culturales son indispensables. Todo esto es lo que nos debería ocupar.
Padre y madre van teniendo roles similares, especialmente en casa ¿Cree que aún se educa a los niños y niñas de forma diferente según su sexo?
Sí. En la escuela y en casa. La educación no se recibe a través de lo que te dicen que debes hacer sino a través de lo que ves. Y todos los estudios que tenemos nos demuestran que el papel de hombres y mujeres en el mundo doméstico no es aún igualitario. Hay familias en las que ya hay una parte de trabajo compartido importante, pero son muy pocas; solo lo hacen cerca de un 12% los hogares. En la otra mayoría de casos, quien asume las tareas domésticas son las mujeres. Por tanto, los ejemplos que ven las criaturas son aún de roles diferenciados.
¿Con visos de ir cambiando?
Muy lentamente. En las parejas jóvenes, generalmente, cuando nace la criatura cada uno vuelve a asumir sus roles tradicionales. Y entonces la carrera de las mujeres queda frenada.
¿La igualdad de hombres y mujeres es una utopía?
A ver… Hemos hecho mucho camino porque en la generación de mis padres, por ejemplo, las mujeres no podían casi ni trabajar fuera de casa. Nosotras hemos podido cambiar y adaptarnos a una vida más moderna, pero los hombres tienen miedo porque piensan que si dejan su papel perderán poder. Y la sociedad tiene mucho miedo a que los hombres no sean suficientemente hombres. Cuesta mucho el cambio de la masculinidad, el de la feminidad ha cambiado muy deprisa. La masculinidad va unida al poder y ofrece más resistencia. Que quede claro que estoy hablando de modelos culturales. Después hay hombres que han evolucionado muchísimo y mujeres que no.
Dice que hace falta una revolución masculina ¿Cómo se hace?
Son ellos los que la tienen que hacer. Nosotras les podemos enseñar el camino porque ya hemos hecho la nuestra. De hecho, hay bastantes hombres que están en la línea de las nuevas masculinidades porque la tradicional tiene muchos inconvenientes y está en crisis. Por tanto, deben ser los hombres los que reconsideren su masculinidad. Nosotras podemos ayudarles a hacer el diagnóstico. Pero, igual que nosotras al inicio del feminismo no queríamos hombres que nos vinieran a explicar qué nos pasaba, entiendo que ahora son los hombres los que deben decidir qué quieren conservar y qué no del estereotipo tradicional.
¿Podríamos decir que en el ámbito del poder las mujeres están pero no cuentan?
Claro. El juego del poder ha sido durante tantos milenios un juego entre hombres que se lo hacen entre ellos, no cuentan con las mujeres. Ellos cuentan con las mujeres para otras cosas, como por ejemplo formar una familia. Raramente una mujer, a no ser que sea muy agresiva, es considerada como una competidora para los hombres. Yo he estado siete años en el Ajuntament de regidora y he explicado muchas veces, no como una crítica a mis compañeros sino como una descripción de la situación, que cuando hay un pique es entre ellos. A las mujeres nos ignoran y no es por mala voluntad, es que no somos relevantes.
Es más complicada esta igualdad en el ámbito profesional…
Sí porque no están acostumbrados, porque las normas entre hombres son las habituales. Lo que se considera propio de las organizaciones es lo jerárquico y las mujeres tendimos a trabajar más en equipo, a discutir las cosas, a dar la razón a quien la tenga… Yo en el Ajuntament me encontraba con que la gente tomaba decisiones sin consultármelo porque como yo no era de las que decía “te cortaré la cabeza”… Entonces, de tanto en tanto debía decir “te cortaré la cabeza” porque si no resultaba que me arrebataban mis funciones.
Entonces ¿Hay que imitar a los hombres?
En este sentido hay que imitar a los hombres, sí. No hay otra alternativa.
¿Está a favor de la discriminación positiva hacia la mujer?
Sí, cuando hace falta. No siempre. La discriminación positiva incluye muchas cosas que no se dice. Por ejemplo, cuando en un partido se elabora una lista para ir a las elecciones no se dice “escogeremos a los mejores” sino que se dice “debe haber uno de Tarragona, un médico, un abogado…” y después también se decide que debe haber mujeres. Pero ya ha habido cuotas antes, cuotas pactadas. Es algo normal porque los partidos deben representar una pluralidad de intereses. Las mujeres estábamos excluidas y en este caso se ha tenido que forzar. El día que de manera espontánea ya no se conciba que haya una lista sin mujeres, ya no hará falta la discriminación positiva.
¿No es una actitud paternalista?
En absoluto, si se debe ganar a bofetadas me parece una mala manera. Pero hay que olvidar la idea darwinista de “la vida es lucha”. En estos momentos de la civilización, lo que hay que decir es “la vida es cooperación” y solo así saldremos adelante. Las cuotas no han sido por ningún elemento paternalista, han sido porque las mujeres hemos luchado y las hemos impuesto.
Helene- Reportera Real
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Re: Las formas del Parlament...
Mejor no digo nada que me conozco y me salgo....
ransi- El motorista de la piramide
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