La muchacha de las zapatillas rojas
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La muchacha de las zapatillas rojas
Pocos años antes de que el país fuera invadido por los persas, gobernó en Egipto el faraón Amasis. para proteger el territorio de la amenaza de Ciro el persa, que estaba conquistando todo el mundo conocido, el monarca permitió que los griegos comerciasen y se estableciesen sin trabas en Egipto; también les concedió la ciudad de Naucratis para su uso exclusivo.
En Naucratis, cerca de la desembocadura del Nilo en Canope, vivía un próspero comerciante griego llamado Charaxos. Había nacido en la isla de Lesbos, y era hermano de la celebre poetisa Safo; pero la mayor parte de su vida la Había dedicado a comercio con Egipto. Cuando accedió a la edad madura decidió asentarse en Naucratis.
Un día, mientras se paseaba por el mercado, divisó una muchedumbre que se arremolinaba donde vendían a los esclavos. Arrastrado por la curiosidad, se abrió paso a empellones y vio la causa del revuelo: una hermosa muchacha que acababa de ser puesta en venta en la tribuna de piedra.
Su apariencia delataba los griegos de su origen: una pálida piel y unas mejilla sonrosadas como capullos de una rosa. Charaxos se quedo sin aliento: era la criatura mas hermosa que había visto en su vida.
En cuanto comenzó la puja. Charaxos entró inmediatamente en ella, decidido a hacerse con la muchacha. Como era uno de los comerciantes más ricos de Naucratis, logró su propósito sin muchos contratiempos.
Después de adquirir a la muchacha se enteró de que se llamaba Rodopis, que venía del norte de Grecia y que había sido raptada por piratas cuando era una chiquilla. La habían vendido a un rico terrateniente que tenia numerosos esclavos a su servicio en la isla de Samos. Allí había transcurrido su niñez; otro de los esclavos que vivían con ella era un hombrecillo mas bien feo llamado Esopo, que había sido siempre muy gentil con la niña y le contaba unas historia y fábulas cautivadoras sobre animales, aves y seres humanos.
Cuando se hizo una mujercita, su amo decidió sacar el partido a una muchacha tan bella, así que la mandó a Naucratis para ponerla en venta.
La historia de la muchachazo nacer en Charaxos una profunda compasión. Al poco andaba como chalado por ella. Le regaló una casa estupenda con un jardín en el patio y niñas esclavas que le servían. Le colmó de presentes, de joyas y suntuoso ropajes, y la malcrió como si hubiese sido su propia hija.
Pero un día acaeció algo extraño mientras Rodopis se bañaba en la piscina de mármol de
su jardín privado. Era mediodía, cuando el clima, en verano, adquiere todo su calor, incluso en el norte de Egipto. La muchacha se refrescaba lánguidamente en el agua y las niñas esclavas le guardaban la ropa, vigilando un cinturón de piedra preciosas y unas zapatillas de un rojo intenso, por las que Rodopis sentía predilección.
Todo parecía estar tranquilo y calmado. Pero de pronto apareció un águila en medio del cielo azul y bajó planeando, directa al grupo de la piscina como si fuera a atacarlas. Las esclavas tiraron los ropajes y huyeron despavoridas a esconderse entre la vegetación del jardín. Rodopis salió del agua y se quedó de espaldas a la fuente de mármol que había en uno de los extremos, mirando el ave con los ojos asustados y como platos.
El águila estaba tan campante. Fue directa a una de las zapatillas y la estrujó firmemente entre las garras. Luego remontó el vuelo batiendo sus enormes alas; con la zapatilla en su poder, desapareció por el valle del Nilo en dirección al sur.
Rodopis vertió amargas lágrimas por la pérdida de su zapatilla roja, pues estaba convencida de haberla perdido para siempre. También le apenaba haber extraviado un regalo de Charaxos.
Pero el águila parecía haber sido enviada por los dioses, por el propio Horus quizás, dios al que estaba consagrada su especie. El pájaro fue directo a Memfis, siguiendo el Nilo y descendió grácilmente hasta el palacio.
En ese mismo instante, el faraón Amasis se hallaba en el patio real, impartiendo justicia entre sus súbditos y atendiendo a las quejas que éstos deseasen formularle.
El águila pasó sobrevolando el patio y dejó caer la zapatillas roja en el regazo del faraón.
Las gentes profirieron exclamaciones de asombro ante tal acontecimiento; Amasis tampoco quedó impasible. Examinó la pequeña zapatilla y admiró su delicada estructura y su pequeño tamaño; imaginó que la muchacha dueña de tal zapatilla debía de ser sin duda de una hermosura sin par.
Este acontecimiento impresionó tan hondamente al faraón que promulgó el siguiente decreto: <>.
Los emisarios se postraron ante él y exclamaron con reverencia:
-¡Oh faraón nuestro, a quien deseamos larga vida y fortaleza! ¡El faraón ha hablado y sus órdenes serán cumplidas!
Partieron los emisarios. Pasaron por Heliópolis, Tanis y Canope hasta al fin llegaron a Naucratis. Allí se enteraron de la existencia de un tal Charaxos, un rico comerciante que había adquirido a una hermosísima joven griega en el mercado de esclavos que la trataba con tal lujo como si fuese una princesa que los dioses hubiesen dejado a su cargo.
Se encaminaron sin dilación a la mansión junto al Nilo y allí hallaron a Rodopis en el tranquilo jardín junto a la piscina.
Cuando le enseñaron la zapatilla, la joven no pudo reprimir una exclamación, porque la había reconocido. Extendió el pie para que pudiesen ver que la zapatilla era suya; mandó a una de las niñas esclavas a buscar la otra, que había guardado como recuerdo del extraño episodio del águila.
Entonces, los emisarios se dieron cuenta de que era ésta la joven que el faraón andaba buscando; se arrodillaron ante ella y exclamaron:
-¡El buen dios, el faraón Amasis, a quien deseamos larga vida y fortaleza, os ruega que acudáis de inmediato a su palacio de Memfis! Allí seréis tratada con todos los honores y se os concederá un alto rango entre sus esposas reales, pues está convencido de que Horus, hijo de Osiris e Isis, mandó el águila para hacerle saber de vuestra existencia.
Era imposible no acatar una orden semejante. Rodopis se despidió de charaxos, que se hallaba dividido entre una enorme alegría por la suerte de la muchacha y la pena por perderla, y partió para Memfis.
Cuando Amasis vio cuán bella era, no le cupo la menor duda de que se la habían mandado los dioses. No sólo la incorporó a su harén de esposas reales, sino que la hizo su primera esposa y reina de Egipto. Y vivieron felices por el resto de sus días; los dos murieron un año antes de la invasión de Cambises, el rey persa.
En Naucratis, cerca de la desembocadura del Nilo en Canope, vivía un próspero comerciante griego llamado Charaxos. Había nacido en la isla de Lesbos, y era hermano de la celebre poetisa Safo; pero la mayor parte de su vida la Había dedicado a comercio con Egipto. Cuando accedió a la edad madura decidió asentarse en Naucratis.
Un día, mientras se paseaba por el mercado, divisó una muchedumbre que se arremolinaba donde vendían a los esclavos. Arrastrado por la curiosidad, se abrió paso a empellones y vio la causa del revuelo: una hermosa muchacha que acababa de ser puesta en venta en la tribuna de piedra.
Su apariencia delataba los griegos de su origen: una pálida piel y unas mejilla sonrosadas como capullos de una rosa. Charaxos se quedo sin aliento: era la criatura mas hermosa que había visto en su vida.
En cuanto comenzó la puja. Charaxos entró inmediatamente en ella, decidido a hacerse con la muchacha. Como era uno de los comerciantes más ricos de Naucratis, logró su propósito sin muchos contratiempos.
Después de adquirir a la muchacha se enteró de que se llamaba Rodopis, que venía del norte de Grecia y que había sido raptada por piratas cuando era una chiquilla. La habían vendido a un rico terrateniente que tenia numerosos esclavos a su servicio en la isla de Samos. Allí había transcurrido su niñez; otro de los esclavos que vivían con ella era un hombrecillo mas bien feo llamado Esopo, que había sido siempre muy gentil con la niña y le contaba unas historia y fábulas cautivadoras sobre animales, aves y seres humanos.
Cuando se hizo una mujercita, su amo decidió sacar el partido a una muchacha tan bella, así que la mandó a Naucratis para ponerla en venta.
La historia de la muchachazo nacer en Charaxos una profunda compasión. Al poco andaba como chalado por ella. Le regaló una casa estupenda con un jardín en el patio y niñas esclavas que le servían. Le colmó de presentes, de joyas y suntuoso ropajes, y la malcrió como si hubiese sido su propia hija.
Pero un día acaeció algo extraño mientras Rodopis se bañaba en la piscina de mármol de
su jardín privado. Era mediodía, cuando el clima, en verano, adquiere todo su calor, incluso en el norte de Egipto. La muchacha se refrescaba lánguidamente en el agua y las niñas esclavas le guardaban la ropa, vigilando un cinturón de piedra preciosas y unas zapatillas de un rojo intenso, por las que Rodopis sentía predilección.
Todo parecía estar tranquilo y calmado. Pero de pronto apareció un águila en medio del cielo azul y bajó planeando, directa al grupo de la piscina como si fuera a atacarlas. Las esclavas tiraron los ropajes y huyeron despavoridas a esconderse entre la vegetación del jardín. Rodopis salió del agua y se quedó de espaldas a la fuente de mármol que había en uno de los extremos, mirando el ave con los ojos asustados y como platos.
El águila estaba tan campante. Fue directa a una de las zapatillas y la estrujó firmemente entre las garras. Luego remontó el vuelo batiendo sus enormes alas; con la zapatilla en su poder, desapareció por el valle del Nilo en dirección al sur.
Rodopis vertió amargas lágrimas por la pérdida de su zapatilla roja, pues estaba convencida de haberla perdido para siempre. También le apenaba haber extraviado un regalo de Charaxos.
Pero el águila parecía haber sido enviada por los dioses, por el propio Horus quizás, dios al que estaba consagrada su especie. El pájaro fue directo a Memfis, siguiendo el Nilo y descendió grácilmente hasta el palacio.
En ese mismo instante, el faraón Amasis se hallaba en el patio real, impartiendo justicia entre sus súbditos y atendiendo a las quejas que éstos deseasen formularle.
El águila pasó sobrevolando el patio y dejó caer la zapatillas roja en el regazo del faraón.
Las gentes profirieron exclamaciones de asombro ante tal acontecimiento; Amasis tampoco quedó impasible. Examinó la pequeña zapatilla y admiró su delicada estructura y su pequeño tamaño; imaginó que la muchacha dueña de tal zapatilla debía de ser sin duda de una hermosura sin par.
Este acontecimiento impresionó tan hondamente al faraón que promulgó el siguiente decreto: <>.
Los emisarios se postraron ante él y exclamaron con reverencia:
-¡Oh faraón nuestro, a quien deseamos larga vida y fortaleza! ¡El faraón ha hablado y sus órdenes serán cumplidas!
Partieron los emisarios. Pasaron por Heliópolis, Tanis y Canope hasta al fin llegaron a Naucratis. Allí se enteraron de la existencia de un tal Charaxos, un rico comerciante que había adquirido a una hermosísima joven griega en el mercado de esclavos que la trataba con tal lujo como si fuese una princesa que los dioses hubiesen dejado a su cargo.
Se encaminaron sin dilación a la mansión junto al Nilo y allí hallaron a Rodopis en el tranquilo jardín junto a la piscina.
Cuando le enseñaron la zapatilla, la joven no pudo reprimir una exclamación, porque la había reconocido. Extendió el pie para que pudiesen ver que la zapatilla era suya; mandó a una de las niñas esclavas a buscar la otra, que había guardado como recuerdo del extraño episodio del águila.
Entonces, los emisarios se dieron cuenta de que era ésta la joven que el faraón andaba buscando; se arrodillaron ante ella y exclamaron:
-¡El buen dios, el faraón Amasis, a quien deseamos larga vida y fortaleza, os ruega que acudáis de inmediato a su palacio de Memfis! Allí seréis tratada con todos los honores y se os concederá un alto rango entre sus esposas reales, pues está convencido de que Horus, hijo de Osiris e Isis, mandó el águila para hacerle saber de vuestra existencia.
Era imposible no acatar una orden semejante. Rodopis se despidió de charaxos, que se hallaba dividido entre una enorme alegría por la suerte de la muchacha y la pena por perderla, y partió para Memfis.
Cuando Amasis vio cuán bella era, no le cupo la menor duda de que se la habían mandado los dioses. No sólo la incorporó a su harén de esposas reales, sino que la hizo su primera esposa y reina de Egipto. Y vivieron felices por el resto de sus días; los dos murieron un año antes de la invasión de Cambises, el rey persa.
diputacion-
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Localización : buscando un sueño
Inscrito : 01/02/2009
marisa27- Vampirilla Marisabidilla
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Localización : en la tiniebla
Inscrito : 23/01/2009
Re: La muchacha de las zapatillas rojas
ainsssssss dipu me tienes emboba con los cuentos egipcios que bonitoooooooooo,creo si no me equivoco que esa zapatilla roja tambien era mia cuando andaba yo por otras vidas correteando por las orillas del nilo,no si imaginacion no me falta si me lio a dejar rienda suelta menudo tomo termino haciendo del cuento
Re: La muchacha de las zapatillas rojas
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] dipu que hilos mas bonitos :los cuentos son preciosos [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
anika- La dama de corazones
- Mensajes : 24366
Inscrito : 20/01/2010
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