Las Diosas Uadyet y Nejbet, acababan de llegar.
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Las Diosas Uadyet y Nejbet, acababan de llegar.
Ajenas a la conversación se colocaban sobre la cabeza de Ra, adoptando las formas de buitre y cobra respectivamente, dispuestas a escupir fuego sobre cualquier peligro que se aproximara su Soberano en su paso nocturno por Duat.
- Llamad a mis mensajeros, rápido- reaccionó Ra- vuestras palabras siempre son sabias y la Verdad fluye de vuestra boca cual fresco rocío. Sé como aplacarla- afirmó convencido- pongámonos en marcha antes de que mi lucha con Apofis nuble mis sentidos.
Los mensajeros fueron traídos inmediatamente, llegaron con tanta rapidez como la sombra se funde con el cuerpo.
- Marchad a Yebu (Elefantina), y llevad al mundo de los humanos todos los hematites que encontréis. Llevadlos a On (Heliópolis). Decidle a mi alto sacerdote que los muela. Que sus sirvientas amasen cebada para hacer cerveza y que lo mezclen todo de forma que se asemeje a la sangre de los hombres.
Estas fueron sus últimas palabras, la barca de Ra se adentró en Duat.
El templo de On trabajó toda la noche cumpliendo las órdenes de su Señor. Siete mil jarras se llenaron que en cuanto brilló el alba, Ra, acudió con los Dioses a examinarlas.
El Dios tomó un sorbo y decidió- Es verdaderamente buena. Protegeré a la humanidad con ella. Llevadla y colocadla en el lugar donde ella tiene previsto acabar con los hombres.
Las órdenes de Ra fueron cumplidas al momento. Las siete mil jarras de cerveza fueron vertidas regando la tierra palmo a palmo.
Al llegar la mañana Sekhmet despertó. Tenía hambre. Sed de sangre y venganza.
Bajó hacia la tierra y la encontró inundada de líquido rojo. Su expresión se tornó jubilosa creyendo que era sangre. Su estómago rugía. Se lanzó a lamer la tierra en éxtasis. Todo era rojo dentro y fuera de ella. Chupó, absorbió durante toda la mañana el rojo néctar que le proporcionaba la misma tierra.
Se olvidó de la humanidad conforme sus sentidos se iban embotando al embriagarse. En la primera hora de la tarde completamente ebria. Quedó dormida sobre la tierra.
Ra la contempló con amor. La feroz leona dormía tranquila, su expresión era tierna. Volvía a ser su dulce Hathor.
La humanidad se había salvado.
El Dios la tomó entre sus brazos, alzándola en el aire para llevarla a su lecho mientras la arrullaba con ternura diciéndole- Se bienvenida en paz, ¡Oh Encantadora! Has vuelto a tu existencia como” la Bondadosa de Iamu”
- Llamad a mis mensajeros, rápido- reaccionó Ra- vuestras palabras siempre son sabias y la Verdad fluye de vuestra boca cual fresco rocío. Sé como aplacarla- afirmó convencido- pongámonos en marcha antes de que mi lucha con Apofis nuble mis sentidos.
Los mensajeros fueron traídos inmediatamente, llegaron con tanta rapidez como la sombra se funde con el cuerpo.
- Marchad a Yebu (Elefantina), y llevad al mundo de los humanos todos los hematites que encontréis. Llevadlos a On (Heliópolis). Decidle a mi alto sacerdote que los muela. Que sus sirvientas amasen cebada para hacer cerveza y que lo mezclen todo de forma que se asemeje a la sangre de los hombres.
Estas fueron sus últimas palabras, la barca de Ra se adentró en Duat.
El templo de On trabajó toda la noche cumpliendo las órdenes de su Señor. Siete mil jarras se llenaron que en cuanto brilló el alba, Ra, acudió con los Dioses a examinarlas.
El Dios tomó un sorbo y decidió- Es verdaderamente buena. Protegeré a la humanidad con ella. Llevadla y colocadla en el lugar donde ella tiene previsto acabar con los hombres.
Las órdenes de Ra fueron cumplidas al momento. Las siete mil jarras de cerveza fueron vertidas regando la tierra palmo a palmo.
Al llegar la mañana Sekhmet despertó. Tenía hambre. Sed de sangre y venganza.
Bajó hacia la tierra y la encontró inundada de líquido rojo. Su expresión se tornó jubilosa creyendo que era sangre. Su estómago rugía. Se lanzó a lamer la tierra en éxtasis. Todo era rojo dentro y fuera de ella. Chupó, absorbió durante toda la mañana el rojo néctar que le proporcionaba la misma tierra.
Se olvidó de la humanidad conforme sus sentidos se iban embotando al embriagarse. En la primera hora de la tarde completamente ebria. Quedó dormida sobre la tierra.
Ra la contempló con amor. La feroz leona dormía tranquila, su expresión era tierna. Volvía a ser su dulce Hathor.
La humanidad se había salvado.
El Dios la tomó entre sus brazos, alzándola en el aire para llevarla a su lecho mientras la arrullaba con ternura diciéndole- Se bienvenida en paz, ¡Oh Encantadora! Has vuelto a tu existencia como” la Bondadosa de Iamu”
El Avi65- El astrologo de la pirámide
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