En Forma en Invierno
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En Forma en Invierno
El frío del invierno, junto con
los días más cortos, pueden hacer que se caiga en una rutina más
perezosa en el día a día, y que nuestra salud se resienta. Si bien se ha
de dar al cuerpo el descanso y relax que necesita, se ha de intentar
mantener un estilo de vida saludable, tanto en alimentación como en actividad física, a pesar de que las condiciones del exterior no sean las más favorables.
En cuanto a la alimentación, las bajas temperaturas aumentan las necesidades de calorías
del organismo, que deben cubrirse a través de una alimentación sana y
equilibrada. Se han de repartir las comidas a lo largo del día, en 4 o 5
comidas, y evitar el consumo habitual de dulces y alimentos ricos en
grasas saturadas, que suelen ser más habituales y apetecibles en invierno.
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Aunque el frío nos haga remolonear en la cama, no hay que restar tiempo ni importancia al desayuno, que debe ser variado y aportar las calorías
suficientes para afrontar el día con energía y asegurar el bienestar
del organismo a lo largo de toda la jornada. Es aconsejable que incluya,
al menos, cereales integrales, lácteos y fruta o zumo. Para las dietas
vegetarianas la quinóa puede ser un buen aporte de proteínas en lugar de
los lácteos, combinada con alguna fuente de calcio, como el sésamo.
En invierno hay una disminución de la intensidad y duración de la luz solar, que implica a una menor producción de vitamina D
por parte del organismo. Esta vitamina es de gran importancia para que
el calcio se absorba y entre a formar parte de los huesos. Exponerse a
la luz solar al menos diez minutos al día ayudará a que los huesos estén
más sanos y también favorece una actitud más alegre y optimista. Si no
es posible, se recomienda tomar lo lácteos enteros o aportar la vitamina D en forma de suplementos.
Durante todo el año las frutas y verduras deben ser una parte importante de la dieta habitual, pero sobre todo en invierno
juegan un papel muy importante para reforzar las defensas y ayudar a
combatir las gripes y resfriados. La cebolla, el ajo, los puerro y resto
de vegetales de esta familia (aliáceas) son muy apropiados en esta
época por sus beneficios sobre las infecciones y congestión que pueden
afectar a las vías respiratorias y los pulmones. Aunque tampoco se han
de dejar de lado las otras verduras y frutas, cobrando especial
importancia los cítricos, las coles (col, brócoli, coliflor…), las
acelgas, las espinacas y la remolacha.
En combinación con unos hábitos alimenticios saludables es recomendable practicar ejercicio físico
a diario. Mantendrá el cuerpo ágil, activo y más resistente a las bajas
temperaturas. Si las condiciones climatológicas dificultan las
actividades de exterior, la natación, el baile o ejercicios aeróbicos en
el gimnasio pueden ser una buena alternativa.
Los cambios bruscos de temperatura son muy frecuentes en época invernal, al pasar de ambientes con calefacción potente al frío del exterior. Estas variaciones de temperatura son las responsables de la mayor parte de los resfriados.
Para que el organismo se adapte mejor a estos cambios es recomendable
no desabrigarse demasiado cuando se entre a un lugar con la calefacción a
alta temperatura, e ir desprendiéndose de la ropa de abrigo
progresivamente. A la salida, es mejor abrigarse con antelación aunque
no se sienta frío.
Un estilo de vida saludable también implica evitar los excesos o
cambios bruscos de rutina, aún en días festivos, dormir al menos ocho
horas al día y buscar momentos de relajación y de cuidado personal a
diario.
los días más cortos, pueden hacer que se caiga en una rutina más
perezosa en el día a día, y que nuestra salud se resienta. Si bien se ha
de dar al cuerpo el descanso y relax que necesita, se ha de intentar
mantener un estilo de vida saludable, tanto en alimentación como en actividad física, a pesar de que las condiciones del exterior no sean las más favorables.
En cuanto a la alimentación, las bajas temperaturas aumentan las necesidades de calorías
del organismo, que deben cubrirse a través de una alimentación sana y
equilibrada. Se han de repartir las comidas a lo largo del día, en 4 o 5
comidas, y evitar el consumo habitual de dulces y alimentos ricos en
grasas saturadas, que suelen ser más habituales y apetecibles en invierno.
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Aunque el frío nos haga remolonear en la cama, no hay que restar tiempo ni importancia al desayuno, que debe ser variado y aportar las calorías
suficientes para afrontar el día con energía y asegurar el bienestar
del organismo a lo largo de toda la jornada. Es aconsejable que incluya,
al menos, cereales integrales, lácteos y fruta o zumo. Para las dietas
vegetarianas la quinóa puede ser un buen aporte de proteínas en lugar de
los lácteos, combinada con alguna fuente de calcio, como el sésamo.
En invierno hay una disminución de la intensidad y duración de la luz solar, que implica a una menor producción de vitamina D
por parte del organismo. Esta vitamina es de gran importancia para que
el calcio se absorba y entre a formar parte de los huesos. Exponerse a
la luz solar al menos diez minutos al día ayudará a que los huesos estén
más sanos y también favorece una actitud más alegre y optimista. Si no
es posible, se recomienda tomar lo lácteos enteros o aportar la vitamina D en forma de suplementos.
Durante todo el año las frutas y verduras deben ser una parte importante de la dieta habitual, pero sobre todo en invierno
juegan un papel muy importante para reforzar las defensas y ayudar a
combatir las gripes y resfriados. La cebolla, el ajo, los puerro y resto
de vegetales de esta familia (aliáceas) son muy apropiados en esta
época por sus beneficios sobre las infecciones y congestión que pueden
afectar a las vías respiratorias y los pulmones. Aunque tampoco se han
de dejar de lado las otras verduras y frutas, cobrando especial
importancia los cítricos, las coles (col, brócoli, coliflor…), las
acelgas, las espinacas y la remolacha.
En combinación con unos hábitos alimenticios saludables es recomendable practicar ejercicio físico
a diario. Mantendrá el cuerpo ágil, activo y más resistente a las bajas
temperaturas. Si las condiciones climatológicas dificultan las
actividades de exterior, la natación, el baile o ejercicios aeróbicos en
el gimnasio pueden ser una buena alternativa.
Los cambios bruscos de temperatura son muy frecuentes en época invernal, al pasar de ambientes con calefacción potente al frío del exterior. Estas variaciones de temperatura son las responsables de la mayor parte de los resfriados.
Para que el organismo se adapte mejor a estos cambios es recomendable
no desabrigarse demasiado cuando se entre a un lugar con la calefacción a
alta temperatura, e ir desprendiéndose de la ropa de abrigo
progresivamente. A la salida, es mejor abrigarse con antelación aunque
no se sienta frío.
Un estilo de vida saludable también implica evitar los excesos o
cambios bruscos de rutina, aún en días festivos, dormir al menos ocho
horas al día y buscar momentos de relajación y de cuidado personal a
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